jueves, 30 de diciembre de 2010

El paseo del viejo

- ¿Con quién hablas?
- Con tu hijo.
- ¿Cuál de todos?
- Manuel. Acuérdate que solo tienes un hijo.
- ¿Y qué quiere?
- Nada.
- ¿Y porque llama?
- Le he llamado yo.
- ¿Es que pasa algo?
- No, ¿puedes esperar un momento?
- Sí, pero no tardes que tengo prisa.
- Mamá, ¿quieres que te llame yo después?
- No tranquilo, ya me salgo de la salita.
- Entonces, otra vez.
- Sí hijo, otra vez se ha perdido.
- ¿En el bosque?
- Sí.
- ¿Y qué dice él?
- Que no se acuerda como ha llegado hasta allí.
- Habrá que decirle que no salga más a pasear solo.
- Ya lo he intentado pero…
- A ver, dile que se ponga.
- ¿Quién es?
- Soy Manuel, tu hijo.
- Hola Manuel, ¿Cómo estas hijo?
- Bien, ¿y tú?
- Muy bien también, salvo que tu madre no para de regañarme todo el día.
- Papá, tienes que hacerle más caso. Es por tu bien.
- ¿Tú también?
- ¿Yo también qué?
- Me riñes.
- No, no te riño. Pero es que…
- Bueno, hijo, te dejo que tengo prisa. Me alegro de oírte.
- ¿Prisa para qué papá?
- ¿Cómo que para qué? Para pasear, hijo. Es lo único que sé hacer bien a mi edad.

Fontanars Beneixama


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